¿Qué podemos y debemos cambiar?

Estábamos inmersos en una sociedad que vivía a toda prisa, en donde el éxito se medía por nuestro nivel de consumo de bienes muchas veces innecesarios y superfluos, pero que eran la “última moda y tendencia del momento”. Y de pronto, nos frenaron, nos encerraron, nos obligaron a repensar si lo que veníamos haciendo y comprando era realmente necesario, si no estábamos viviendo con las prioridades al revés. Sin duda era así para millones de personas en el mundo; el planeta nos dice a gritos que estamos equivocando el rumbo, la realidad en nuestro país también nos lo demuestra: índices elevados de inseguridad, pobreza y desigualdad, violencia contra la mujer y otros grupos vulnerables, discriminación, corrupción e impunidad, por citar algunos de tantos problemas que enfrentamos y que lejos de disminuir, se incrementan cada día que pasa.

No creen que es hora de cuestionarnos, ¿qué hemos hecho mal?, ¿qué podemos y debemos cambiar? Sin pretender que este artículo haga un análisis exhaustivo para dar respuesta a estas incógnitas, quisiera centrarme en la necesidad de que cada uno de nosotros se sienta corresponsable por el estado actual de las cosas. Es fácil, y a menudo lo hacemos, echar culpas a otros de lo que nos pasa, pero el mundo está como está, porque cada uno de nosotros ha contribuido consciente o inconscientemente de alguna manera. Ya no podemos esperar más para convertirnos en factor de cambio. La realidad solo puede ser transformada con acciones, y solo la suma de acciones repetidas en una misma dirección pueden redefinir el rostro de nuestras sociedades.

El primer paso, es sentirnos inconformes con el “statu quo” e involucrarnos en aquellas causas que para cada uno de nosotros sean más apremiantes; informarnos de lo que ocurre en torno a los problemas de nuestro interés, organizarnos con otros y ocuparnos: hacer propuestas, impulsarlas, usar la creatividad y el ingenio para posicionar esos temas en la agenda pública de autoridades, partidos políticos y otros sectores de interés que puedan incidir en el cambio que deseamos. Sin nuestro compromiso e involucramiento, las cosas no solo no cambiarán, sino que empeorarán. Tenemos que recuperar nuestra autoestima ciudadana; no sentir que es inútil actuar porque no nos tomarán en cuenta, eso dependerá de nosotros y de nuestra capacidad para sumar voluntades. Estamos en este punto crucial de la historia, en el que el tiempo se agota. La pandemia que enfrentamos no es sino un ejemplo de ello, un pertinente recordatorio de nuestra fragilidad y de la urgente necesidad de cambiar el rumbo.

Cuando la causa lo vale, la gente se suma. En estos meses, he podido constatar la solidaridad de la sociedad yucateca con los más necesitados. En la iniciativa ciudadana Yucatán Unido en la Contingencia en la que he participado como integrante del Frente Cívico Familiar, he colaborado en el acopio y distribución de despensas de las donaciones hechas por miles de personas en supermercados y tiendas de autoservicio. La respuesta ha sido asombrosa, las donaciones siguen llegando y esto nos ha permitido entregar más de 3,000 despensas a población vulnerable. Esta fuerza y cohesión ciudadana, debe permanecer más allá de esta emergencia sanitaria. Juntos podemos luchar contra una gran cantidad de problemas sociales que les impiden a millones de mexicanos alcanzar su máximo potencial y además podemos encontrar juntos formas de hacerlo de una manera sustentable. No perdamos el impulso ni la motivación que estos meses de reflexión nos han dejado, más bien, apuremos el paso.

Patricia McCarthy Caballero

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